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Dentro del proceso de recuperación de una adicción existe una transformación de las actitudes. Se trata de una confrontación por parte de las mujeres no solo para cambiar patrones y hábitos adictivos sino para enfrentar las situaciones cotidianas de la comunidad donde viven pero ahora sin el consumo de sustancias. Este enfrentamiento podría ser un generador de estrés sumado a la experiencia de la abstinencia y la desintoxicación. En consecuencia, se asegura que el apoyo social es un mecanismo que favorece el cambio de conductas de los individuos originando consecuencias positivas para la salud, y por otra parte que éste podría servir de amortiguador en relación a los efectos del estrés permitiéndole al individuo la re definición de las situaciones estresantes como situaciones más llevaderas (Castro, Campero y Hernádez, 1997:428). Investigaciones como la de Peña (2005) dejan de manifiesto la importancia de las redes informales de apoyo (amigos, vecinos, parientes) para la salud mental de la población, por ejemplo las personas afectadas por problemas emocionales, situaciones difíciles o generadoras de estrés, eligen a personas de su entorno, antes que a especialistas en salud mental para intentar solucionarlos (Gottlieb, 1981; citado en Peña, 2005:5). Específicamente en el caso de las adicciones, Kornblit, Guffanti y Veradi (2004,84) afirman que la formación de nuevas redes sociales son un elemento básico al salir de la comunidad terapéutica, puesto que “volver a los mismos escenarios de la etapa previa al tratamiento, sin tener oportunidad de armar nuevos entramados sociales, es considerado un importante factor que puede llevar a recaer en el consumo”. Dentro del proceso de rehabilitación, el apoyo social es fundamental para llevar el tratamiento y mantenerse alejado del consumo. En ese sentido, el apoyo social con que 74