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distritos que aportaban el grueso de la producción se encontraban en Magdalena y Hermosillo (Cárdenas 2008). En esta última se encontraba el molino harinero más grande del Estado, El 29 Hermosillense, propiedad del vicepresidente Ramón Corral, con un capital de aproximadamente 600 mil pesos, funcionaba con 75 trabajadores. En la región comprendida entre Ures, San Miguel de Horcasitas y Hermosillo, “se conformó un complejo sistema de producción que integraba tierras de labor, molino, maestranza y silos” que incorporó haciendas y ciudades centrales a “un circuito comercial agrícola muy pujante en esa época y, consecuentemente, un nuevo nicho de reproducción y consolidación de las élites locales, mismas que van a desplazar a los notables de Álamos y Arizpe del poder comercial y político (Romero Gil 2010, 72-73). De la lectura de Romero Gil (2010) identificamos que en esas décadas se había conformado un grupo de empresarios que se dedicaba a la industria harinera y que integraba diferentes procesos, asimismo se observa una especialización regional, en el sur las actividades primarias con la minera y la agricultura comercial y en el centro del estado una incipiente industrialización y desarrollo de actividades comerciales. Entre los empresarios/familias propietarios de los molinos más productivos, con nexos estrechos con los gobiernos locales, se encontraban Camou, Morales, González, Gándara, Arvizu y, por supuesto, Corral (Romero Gil, 2010). Por otra parte, es de destacar las estrategias empresariales innovadoras, la inversión en procesos tecnológicos y de administración y la reconversión productiva de algunos de ellos que, ante el cambio de la demanda social, transitaron a la producción de pan y galletas. El 18 de agosto de 1938, lo rescató el inmigrante español Faustino Fernández, cubriendo la cantidad de 128 29 250 pesos, y formó lo que hoy se conoce como Molino La Fama. 104
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