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A diferencia de quienes recibieron ayuda de por lo menos algún miembro de su familia; Lizet, Violeta y Gaviota en quienes se identificó que la situación familiar nuclear fue una motivación para beber, la familia no solo no fue factor de apoyo en la recuperación, sino que las informantes no volvieron a tener relación alguna con su hogar a excepción de simple trato con algunos de sus hermanos. “[…] era muy tímida, tenía mucho miedo, era una persona con problemas porque mis padres, este (…) mi papá fue una persona con problemas de bebida muy fuertes y a nosotros (ella y sus hermanos) nos dio mucho miedo (…) Entonces ese fue uno de los rasgos para mí, mi personalidad de aislamiento, de tener miedo a la gente, miedo a todo, a la vida (…) (su mamá) era dura porque estaba muy afectada por mi padre, se amargó. Tuvo muchos problemas con mi papá, era muy dura con nosotros. Por otro lado mi padre, una hostilidad muy marcada, estábamos al desamparo de los papás. En mi caso sentí que yo no tenía vida propia. Ese alejamiento de mis papás fue a causa del alcohol, además de eso siempre tenían problemas se peleaban mucho, nunca vimos ni afecto ni amor, todo eso nos contagió muchísimo […]” (Violeta, 75 años) “Si yo hubiera sido mi mamá o mi papá me hubiera dado una garrotera hasta que se me quitaran las ganas de casarme. Pero no. En mi casa nunca me dijeron nada, a todos me los llevé en el viaje, porque yo creo que me veían muy segura de todo siempre, cuando yo toda la vida me estaba muriendo de miedo por dentro, toda la vida” (Lizet, 56 años) “Entonces mi hijo despierta ilusiones, anhelos, esperanza; pero los miedos siguen fungiendo como tal ¿Qué hago? ¿Cómo lo voy a resolver? Entonces empiezo a construir muchos sueños ficticios o de anhelo pero sin saber, porque en realidad la formación que había tenido dentro de mi hogar, no se podía decir ¡qué formación! La vida que había tenido con mis papás, nunca me había 130