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bebedores, repitiendo de esta manera el patrón de ingesta que vivieron junto a su familia 68 nuclear y que tanto llegó a afectarlas . Decepciones amorosas: Las informantes relacionan sus consumos de alcohol con el sufrimiento originado por las decepciones amorosas que padecieron. De cierta manera, permitían que los hombres tomaran rienda sobre su vida, irónicamente el mismo consumo de alcohol que les permitió entablar relaciones amorosas, también agudizaba las diferencias y las hacía irreconciliables. Sobre este tema, ya se ha mencionado que autoras como Teresa González (2006) e Irene Meler (2006) advierten que a la mujer le resulta difícil escindirse de la dependencia emocional de una pareja, precisamente por la construcción de la mujer subjetivada para depender del compañero, situación que se da debido a la imposición del rol social como cuidadora del hogar y productora de sujetos. Sobre este punto, nuestra perspectiva es que para la mujer se presenta como más difícil la separación, no sólo por el hecho de depender de la compañía de algún hombre, sino por la incertidumbre que representa el cambio dadas las condiciones en las que se encuentre, esta sensación se recrudece o resulta más estresante cuando la mujer además es madre. “Tuve un matrimonio pues, más o menos no te puedo decir que muy feliz porque anduve en malos pasos junto con él (…) Volví con él, por supuesto que lloraba cuando hacía el amor, o sea; consumía mucho para poder estar viviendo con él.” (Reina, 51 años) 68 Rosa María Osorio (1992) encontró una conclusión similar en su investigación, al verificar que sus informantes mantenían como elemento en común el hecho de que existiera una historia familiar de alcoholismo previa que expresa cierta continuidad en el proceso de alcoholización, que se expresaba ya sea con compañeros sentimentales bebedores o en el consumo de alcohol por parte de ellas mismas. 109
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