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sustancias. Por ejemplo desde las Ciencias Sociales, María del Pilar Velasco (1983) señalaba la ineficacia de que los problemas de dependencias (como el alcoholismo) estuvieran enmarcados solamente dentro del campo de la salud mental, debido a que la conformación de estos fenómenos se daba de forma multicausal, es decir que los complicaciones asociadas a este tema rebasan el campo de la salud individual del bebedor, afectando las demás esferas sociales del individuo. Una percepción como la mencionada, opta por estudiar el tema desde la antropología médica como una enfermedad emanada de una práctica social; es decir desde los factores, mecanismos y procesos que influencian el modo en cómo (y en qué medida) los individuos y los grupos son afectados por las enfermedades y también cómo responden a ellas, al poner el énfasis en la observación de patrones de conducta derivados de pautas culturales, impuestas por y para la sociedad (Barruecos 1983, 2). Una aportación más al tema, la hace Carreón (2006) quien señala la necesidad apremiante de deslindar el tema de las dependencias de la perspectiva socioeconómica debido a que se realizan generalizaciones tales como señalar al narcotráfico como un aspecto medular del consumo de sustancias, convirtiendo en criminales a todos los consumidores al asumirlos como parte de la delincuencia. Esta configuración no permite el estudio de las subjetividades y representaciones en torno al uso de sustancias, además de reproducir el predominio medicalista y criminal sobre el tema, soslayando los aspectos socioculturales y políticos que lo envuelven. De tal forma, que cuando se atañe solo al punto de vista económico y mercantil o al criminal, no se encuentra respuesta que satisfaga los interrogantes sociales del consumo, por lo que se hace necesario un giro en la forma de 21
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