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costumbre, aceptaba las disculpas con sabor a alcohol. Al salir de esta relación, se casa con un hombre que era alcohólico y con el cual tuvo a su primer hijo. Al lado de su primer marido, vivió acaloradas discusiones neuróticas en las que ella llegó al grado de quererlo matar y él llegó a romperle la boca y propinarle un tono amoratado a su cara; Leti se recuerda huyendo a casa de su hermano, con su pequeño hijo en brazos, por haberse defendido y haber golpeado a su pareja con un socket de cerámica. Huía de él, y huía de la policía también porque el golpeador la había denunciado. Hubo otra ocasión en que ella recuerda haberle encajado un cuchillo en el brazo, herida que lo asustó para siempre. Un mal día, a Leti le llegó un citatorio del DIF, en el que se le “invitaba” a acudir a las oficinas pues corría el riesgo de que le quitaran a su hijo, ella está totalmente segura de que la denunció él mismo que aquella vez la golpeó. De esa manera llegó al grupo de AA, el DIF la mandó por unas cuantas juntas y unas cuantas firmas y contrario a lo que imaginó Leti se quedó. Actualmente, está casada por segunda vez, con un hombre que la apoyó en momentos difíciles pero que tiene serios problemas depresivos y que además ella no ama y con el que está segura se juntó por agradecimiento y no por amor, ahora ella se ha podido dar cuenta de lo injusto que esta situación es para los dos. Leti tiene tres hijos, dos son biológicos, la nena es hija de una sobrina –adicta al cristal- que está en la cárcel por el asesinato de una bebé de nueve meses que también era su hija. Leti la cuida como si fuera propia, se preocupa porque sus tres hijos no caigan en el mundo de las drogas y asegura que está dispuesta a “jalar la carreta” y que lo quiere hacer sola. “¿Qué pasa cuando el otro caballo que jala la carreta se queda atascado? Un caballo no puede jalar la carreta y al 97
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