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Al regresar a la ruta que conduce a la salida de Santa Ana, una brecha, el “Puente Santa Ana”, conecta el fin del poblado e inicio del viaje a nuestro destino, Altar. En ese camino asfáltico se expresa el paisaje desértico entre la zona conurbana y el terreno inhóspito que anticipa como es migrar en estas tierras sonorenses. El anuncio del kilómetro “1”: “Bienvenidos a la autopista Santa Ana-Altar. Caborca. Buen viaje! Tijuana. Buen viaje!” marcan no sólo la continuación del viaje del migrante y del niño, niña o adolescente migrante no acompañado, sino que bendice a quien atraviesa este arco metálico de color verde y amarillo. Porque setenta y tres kilómetros sobre la carretera México 002 “D” separan Santa Ana de su próximo destino, Altar, Sonora. Una distancia marcada de ilusiones, sueños, sensaciones, realidades y la incógnita de lo que sucede y puede suceder en este viaje, tan personal, tan íntimo. 3.2.4. Última parada, Altar. Una flora y fauna semejante, recorrido carretero parecido, recto con un par de trechos que interrumpen ese horizonte liso y lejano, y un clima y temperatura compatible, todo parece similar al tramo Hermosillo – Santa Ana, sólo el cambio de ruta da fe de la dirección del camino. Una gasolinera, un yunque de carros, un campo agrícola “El Caldero” o cualquier otro punto en la carretera es aprovechado para la instalación de retenes o “puestos de auxilio” (como también son denominados). Por lo general son sitios improvisados con la presencia de personal y vehículos de la Procuraduría General de la República, la Policía Federal, el Instituto Nacional de Migración e inclusive la Policía Municipal de Altar, claro cuando se trata de la fidedigna participación de ésas autoridades y no personas o grupos que se hacen pasar por ellos. A partir de información proporcionada por migrantes y quien suscribe, se logró percatar que ninguno de ellos portaban una identificación oficial visible, 74