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a consumir mariguana y volví a consumir todo lo demás, ahora sí todos los días, tomaba, todos los días consumir, todos los días beber, todos los días pastillas, todos los días; porque no quería vivir con él pero tenía que vivir con él, no quería estar de arrimada con mis papás, con dos hijos y con un problema de adicción como el que yo tenía (Reina, 51 años). Observando de cerca al proceso de alcoholización de las informantes, se visualiza la relación directa entre sus contextos y sus consumos. Obtenemos así una visión más adecuada acerca de los usos que ellas le otorgaban al consumo, los momentos de la vida en que ellas utilizaron el alcohol y de qué forma lo hacían, pero sobre todo qué significados le atribuyeron al mismo. De esta manera, se hace posible observar como el consumo de alcohol se refleja en situaciones negativas tales como una mala salud física y mental, la degradación de las relaciones sociales de las mujeres, así como en la imposibilidad de mantener un empleo o desempeñarlo de la mejor manera; pero también la manera en cómo contribuyó a que las mujeres tomaran fuerza para enfrentar sus condiciones de vida. En un mundo de hombres, beber alcohol se significó un gratificante emocional que permitió palear la soledad y propició la pertenencia a un grupo, en otros casos se convirtió en una fuente de valentía para poder defender lo que sentían, pensaban y deseaban. En el proceso de alcoholización de las mujeres, se puede observar de manera más concreta la ambigüedad señalada desde los 90 por Lomnitz según la cual el uso del alcohol se percibe como un fuerte lazo de cohesión social dotando a las mujeres de posibilidades de socialización, de pertenencia, de valentía y como método de relajación en sus vidas; pero 124
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