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33 económico de la entidad. Realizó acciones tendientes a que las actividades primarias transformaran su producción antes de salir del Estado, brindó apoyos de todo tipo a la propiedad individual de la tierra, además, la inclusión de empresarios regionales en las grandes obras de infraestructura (presas, carreteras, museo y biblioteca de la Universidad de Sonora, Hospital del Estado, colonias residenciales en la ciudad de Hermosillo, canales de riego, etc.) propiciaron el surgimiento de una clase empresarial en Hermosillo. Su propósito de integrar nuevas regiones productivas, distintas a las del sur, recordó en palabras de Hernández y Vázquez (2001) que “norte también existía” y con la acción de colonizar la Costa de Hermosillo, dotó a una clase empresarial en el centro del estado de una amplia propiedad de tierras (Hernández y Vázquez 2008, Moncada 1997, Rodríguez (1962). Para (Hernández y Vázquez 2008 y Rodríguez 1962) Abelardo L. Rodríguez desde su posición como gobernador impulsó la industrialización de las diferentes actividades productivas, en su Autobiografía relata ampliamente sus esfuerzos por industrializar la 34 ganadería. Como empresario no tenía temor al riesgo financiero sus inversiones no las destinó a un solo sector económico, mucho menos a iniciativas con éxito probado, invirtió en sectores muy diversos de la economía, muchas de las empresas que impulsó como empresario y de las iniciativas que apoyó como gobernador, eran realmente innovadoras para su tiempo en Sonora. “El asiento mismo de la élite revolucionaria, era visualizado por Rodríguez como la unidad económica 33 agrícola industrial más importante del país luego de la construcción de los distritos de riego de los valles del Yaqui y el Mayo y mediante la explotación de antracita (con alto contenido de carbón fijo) y otros minerales localizados en la región, que harían posible establecer una planta industrial siderúrgica capaz de abastecer a toda la costa del Pacífico” (Hernández y Vázquez 2008). “Una de las singularidades de la actividad de don Abelardo L. Rodríguez es que jamás ha caído en el 34 mimetismo característico de algunos hombres de empresa mexicanos. No ha ido nunca tras de negociaciones ya existentes que habían sido coronadas por el buen éxito; sino que ha puesto su visión, su personalidad y su energía en la creación de nuevas fuentes de riqueza” (Moncada 1997, 82). 110