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mamá no se encuentra en condiciones de trabajar y su hermano sólo va a dormir y no aporta dinero a la casa. Su sueldo mensual como empleada doméstica es de 3600 mensuales. En total ella calcula que sus ingresos mensuales ascienden 4000 pesos, incluyendo el dinero que gana cuando ayuda a su amiga en el tianguis. El proceso de acumulación de desventajas que han acompañado a Verónica en su trayectoria de vida es muy visible, primeramente porque al no poder continuar con sus estudios, sus posibilidades de empleo se vieron limitadas. Segundo, su empleo no le permite tener acceso a servicio médico, aunque dice que tiene el Seguro popular, ni tampoco puede adquirir una vivienda por medio de algún tipo de crédito. A este respecto Salles y Tuirán (1999) afirman que las mujeres jefas de familia generalmente participan en el mercado de trabajo en condiciones desventajosas; situación que atribuyen a los bajos niveles de escolaridad y la falta de capacitación laboral; lo que condiciona sus oportunidades laborales, las remuneraciones percibidas y las posibilidades de movilidad ocupacional. En este sentido, se observa que, aunque los procesos de exclusión social en que se encuentra inserta Verónica no son originados a partir de asumir la jefatura del hogar, si puede afirmarse que, estos procesos de exclusión vividos desde la infancia como la carencia de recursos y la deserción escolar en la adolescencia, se han visto agravados y han detonado otros procesos de exclusión en el momento que Verónica se convierte en madre jefa de familia, como es la pobreza de tiempo, las pocas redes de apoyo social y familiar – conformadas por su mamá y su amiga-, la no compartición de las responsabilidades económicas, de educación y crianza con los hijos, las nulas oportunidades de adquirir vivienda por medio de créditos y la falta de recursos económica cada vez más sentida. 82