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Otra de las situaciones que vive Verónica y los integrantes de su familia es la pobreza alimentaria, pues con los 900 pesos que gana a la semana asegura no le alcanza, pues necesita pagar camiones, recibos de agua, luz, darle a su hija para la escuela: No compro, así mandado, digamos, “esta semana voy a comprar”, no porque no me alcanza, sopas, así nomás, ahorita traje jabón para lavar porque estaba barato y papel, así que dos tres cositas nada más, que sopas, que puré, porque tengo que guardar para los camiones, tengo que dejar para la escuela, para las tortillas, así pues poquito, compro frijoles y así. No compro mandado, digamos, “La mitad de mi sueldo voy a comparar mandado”, no, no compro porque no puedo la verdad. (Verónica). Para algún imprevisto de dinero, una de las estrategias de sobrevivencia de Verónica son los préstamos de dinero que le hace su jefa de trabajo. Respecto a las estrategias de sobrevivencia doméstica, Verónica distribuye las tareas entre su mamá, su hija y ella. Al llegar a casa, después de su jornada de trabajo, lava uniformes, ayuda a su hija con la tarea, lava los trastes, hace la cena; esto es que, su jornada de trabajo continúa dentro de casa, lo que pudiera explicarse desde la perspectiva de género, como la jornada invisible que asumen algunas mujeres dentro del hogar, por considerarse tareas propias de lo femenino. Verónica expresa que no comparte tiempo con sus hijos como ella quisiera y desearía por lo menos poder comer de vez en cuando con ellos, por ejemplo. Aunque Verónica vive pobreza de patrimonio al no contar con vivienda propia, se puede observar que la privación más urgente de resolver es la concerniente a la pobreza alimentaria. Antes de ser madre jefa de familia, cuando vivía con su cónyuge, era beneficiaria del programa oportunidades, pero durante su proceso de separación perdió el beneficio pues dejó de ir a las pláticas y revisiones periódicas. También aplicó para un programa de vivienda lanzado 83