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Las entrevistas permitieron ver que entre estos “buenos alumnos” que no suelen dar problemas, se encuentra una importante cantidad de víctimas cuyas necesidades deberían ser atendidas por las autoridades escolares. También se encontró que en los expedientes de los que violentan y muestran más indisciplina también se esconden algunas víctimas; sin embargo, estos estudiantes suelen ser abordados en su faceta de agresores, ignorando sus necesidades como víctimas. El que las víctimas queden invisibilizadas por el tipo de sistema y la dinámica propia de la escuela son temas que refieren a una problemática importante. Y aunado a ello, se encontró otro tipo de problema cuyos efectos son igual o inclusive más significativos en las víctimas -por los efectos legitimadores en los agresores-: la minimización de la importancia y de las consecuencias de los actos de violencia entre compañeros por parte de las autoridades en un discurso que trivializa la violencia. Por ejemplo un maestro comentó lo siguiente con respecto a los alumnos entrevistados: “Lo que tienen que se llevan pesadito Leonardo y el Álvaro con algunos pues, se pelean… Lo normal pero no... [¿Y cómo se pelean?] A golpes pero no… No enojados, en juego”. Valadez et al. (2011, 1121) señalan una concordancia preocupante de este tipo de pensamientos entre los maestros con las escusas que los agresores plantean cuando se les pregunta por qué violentan a sus compañeros. El que las autoridades escolares minimicen los actos de violencia planteándolos como juego o los relacionen naturalmente con la edad adolescente, señalándolos como intrínsecos al proceso de la construcción de su identidad personal y social (Ibid. 1125) contribuye crucialmente a la normalización de la violencia en la escuela. Ya que como señala la literatura sobre el tema (Chagas et al. 2005, 1072), el personal de las escuelas ejerce un papel muy importante como referente social en los adolescentes. 177