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Aunado a lo anterior, en la interacción social se “hace normal” el vivir entre la mafia, un “relajo” en la línea fronteriza y una cierta planeación en el sur de la ciudad. Se construye socialmente una pedagogía urbana de aprender a vivir con la violencia, si y sólo si, “no me meto con nadie”. Todo esto confecciona el ropaje discursivo de la clase media fronteriza. “[...]tú vives en la frontera y estas acostumbrado a que pues...es parte de tu vida diaria verte con la gente que anda en la...en la mafia. yo visualizo... un relajo de sin proyec...sin control, sin organización [ se refiere a la parte norte de Nogales al dibujar Nogales en un papel]; pero como que, aquí...ya se está viendo algo más planeado, una proyección con conocimiento de planeación y todo [se refiere al sur de la ciudad]. Sí. Y...y lo otro pues...desgraciadamente Nogales también está catalogada como muy violenta pues, por la cuestión del narcotráfico, por la cuestión de la...plaza, pero...pero pues, tienes que aprenderá vivir con eso.” (Residente de R.A., mujer de C.S. medio) La representación de los espacio de identidad La funcionalidad de Nogales como ciudad de paso acelera la visibilidad en el recorrido urbano, Nogales es “como tres calles” dice un residente, o “Nogales es muy alargado”, la senda del ferrocarril y tres calles que dividen a la ciudad en dos partes. “Esa rapidez del paso”, se corresponde con una simbólica urbana fugaz, o más bien empobrecida en figuras o símbolos emblemáticos de identidad. Nogales es “El mono bichi”, como se le conoce al monumento a Juárez, el ferrocarril y sus fiestas de la virgen de Guadalupe, la antigua cruz roja y actualmente Ana Gabriela Guevara y los puentes que aceleran el paso hacia los Estados unidos, en un subir y ver la ciudad desde arriba y un bajar para entrar “al otro lado”