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imposible la subsistencia. El consumo les permitió, a muchas de ellas, encararse ante la realidad de las dificultades de su ser. A grandes rasgos, experiencias como una niñez marcada por altos consumos de alcohol por parte del padre, compañeros adictos a la sustancia, dificultades como mujeres y/o como madres, situaciones de estrés y depresión fueron detonadores importantes de su alcoholismo. “El hábito hace al monje” “hasta hoy lo comprendo, esto (Alcohólicos Anónimos) me ha dado más que todo en la vida, perfectos extraños desconocidos, gente que no tenía ni por qué abrirme el alma, o sea a mí me desconchinflaron algo y me volvieron armar. Esta es como una recicladora de escombro humano pues. Esto se ha convertido en el motor que mueve mi vida y el Memo, mi hijo de 15 años.” Lizet Un aspecto más que hemos señalado es el concepto negativo que la sociedad achaca a las mujeres que beben. Esta situación no solo es visible en la práctica, sino que además es documentada por varios autores y autoras que apuntan que la mujer que consume alcohol es doblemente señalada y recibe una carga social más pesada. Sin embargo, a pesar de que nuestras informantes llegaron a sentirse víctimas de esto, en su discurso desvelan que ellas mismas también consideran que fueron “mujeres malas”. Desde su recuperación, las mujeres refieren que durante el tiempo que bebieron alcohol, fueron mentirosas, neuróticas, ególatras, egoístas, deshonestas, infieles, locas, agresivas, mañosas, ladronas, soberbias y sobre todo malas madres. 147
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