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se gestaba en aquel tiempo. Su mayor pecado era precisamente el cuestionar la autoridad masculina y el ejercer y transmitir un saber propio de mujeres, por mujeres y para mujeres. Por otro lado, Mabel Burín también destaca al proceso histórico de la familia como elemento importante en el desarrollo de la subjetividad femenina. El siglo XVIII trajo consigo grandes cambios en la forma de producción con la urbanización e industrialización en pleno auge. Durante esta época, las mujeres dependían económicamente del patrón (padre) y participaban de manera activa en la producción de bienes, además el trabajo doméstico era altamente valorado puesto que formaba parte de la actividad productiva dentro de la familia. Conforme la época fue avanzando, el trabajo productivo sometió al trabajo doméstico y la unidad familiar se fue tornando en una institución, estrechando límites y reduciendo las perspectivas de las mujeres a las tareas del hogar. Para la mujer esto se convirtió en algo tan “natural” que al paso del tiempo el trabajo doméstico se vuelvió prácticamente invisible y poco valorado. Burín sostiene que debido a esta situación, el rol de ama de casa desarrolla expectativas muy poco claras para las mujeres, puesto que solo logra ser visible cuando es juzgado como algo mal realizado. Esta situación genera una gran incertidumbre para ellas y aumenta la necesidad de ser reconocidas por los otros para reconocerse a sí mismas como trabajadoras (2006:85). Este repaso alrededor de la construcción social de lo que significa ser mujer, es útil para comprender que tanto el proceso de alcoholización como el de recuperación o rehabilitación deben estudiarse desde una perspectiva multidisciplinaria que tome en cuenta las condiciones sociales que definen lo que es el “ser mujer” y que, a nuestro 67
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