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Otra de las cuestiones es la poca flexibilidad en cuanto a los roles de género asignados y asumidos por las mujeres estudiadas pues se observa que si bien, los roles de proveeduría asignados tradicionalmente al hombre se han diluido y la inserción de la mujer al campo laboral ha tenido aceptación, otros roles, particularmente los asignados a la mujer –ama de casa, cuidadora- son roles rígidos y poco cuestionados, tanto por los demás integrantes de la familia como de las propias madres jefas de familia. En alusión a lo anterior, se observa que las estrategias de sobrevivencia desarrolladas por las madres jefas de familia, si bien alivian situaciones económicas, domésticas y familiares, algunas con mayor o menor éxito, en ocasiones no repercuten positivamente en sus condiciones de vida, sobre todo por las sobrecargas de trabajo dentro y fuera del hogar y por la carencia de tiempo para ellas mismas. La evidencia deja ver que aunque se observan trasformaciones en los roles de género respecto a las jefaturas femeninas, existen asuntos poco flexibles, como la asignación exclusiva de mujeres en cuanto al cuidado y crianza de los hijos, así como, en los que respecta a la realización de actividades domésticas dentro de las familias; lo que limita y dificulta que las madres jefas de familia puedan liderar los hogares en igualdad de condiciones respecto a los hogares con jefatura masculina. En cuanto a la disponibilidad de programas sociales dirigidos a jefas de familia o de los cuales pudieran beneficiarse, se encontró primeramente que existen dos panoramas; en el ámbito federal se observan esfuerzos por incorporar en las políticas públicas el tema de la jefatura femenina, ya que actualmente existe un programa al menos anunciado para las mujeres jefas de familia, y otro, donde se privilegia a estas mujeres como beneficiarias del 105
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