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proveer de recursos a sus hijas y nietos. En este sentido, se observa cómo el rol de madre se produce y reproduce en las generaciones familiares, en ocasiones en detrimento de las condiciones de vida de estas mujeres. La pobreza de patrimonio es la más padecida por las madres jefas de familia y sus hijos; todas comparten el problema del pago del recibo de luz, algunas presentan dificultades para adquirir la canasta alimentaria; otras tienen complicaciones para cubrir las necesidades de vestimenta y calzado para sus hijos. En lo que respecta a la vivienda, la situación es preocupante para las madres jefas de familia, ya que por un lado, las mujeres que pudieron obtener un terreno por medio de la invasión, viven en zonas marginales de alto riesgo en cuanto a seguridad, y construir y mantener la vivienda les implica un gran esfuerzo; por otro lado, las madres jefas de familia que alquilan casa, destinan entre el 40 y el 50 por ciento de su sueldo mensual a este rubro, o bien, como se señaló, viven en casa de la madre. Es así, que las desventajas vividas por las madres jefas de familia se suman y dan origen a distintos procesos de exclusión, desde la exclusión educativa, la exclusión laboral, pasando también por un proceso de exclusión económica. Las desventajas se van acumulando hasta crear escenarios y condiciones de vulnerabilidad para las mujeres que lideran los hogares y los integrantes de su familia. Aún cuando la exclusión social que viven las mujeres se encuentra inserta dentro de un fenómeno social que abarca a muchos otros sectores de la población, se puede decir que las mujeres viven de manera particular los distintos procesos de exclusión desde su condición de género, lo que en ocasiones 100