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Las redes se aglutinan en un conjunto de prácticas personales y sociales que envuelven al individuo en su quehacer cotidiano, lo que conduce a la formación de un habitar específico. En este sentido, “el entorno es la realidad que rodea al hombre, éste percibe información o estímulos por medio de sus órganos sensoriales, los sentidos son filtros, ya que la sensibilidad o capacidad de excitación de un órgano sensorial varía en cada individuo” (Gutiérrez y Peña.1996, 1) El espacio adquiere dos connotaciones: Primera. El medio geográfico donde se establece en forma sedentaria el individuo y construye sus interacciones y círculos. Segunda. El eslabonamiento y conexión de las partes del espacio producidos por factores espirituales. (Simmel.1986, 643). Ambas definiciones nos trasladan al interior del individuo y los círculos sociales donde hay mezcla de los contactos que establece el sujeto con sus semejantes y los medios con los que se apropia de esos sentimientos que lo conducen a aplicar sus principios desarrollados a lo largo de su vida. Goffman, (1981, 254) considera al espacio como un “establecimiento social rodeado de barreras establecidas para la percepción, en el cual se desarrolla de modo regular un tipo determinado de actividad” Por su parte Bourdieu (1990, 281-182) establece: “se puede representar al mundo social en forma de espacio (de varias dimensiones) construido sobre la base de principios de diferenciación o distribución constituidos por el conjunto de las propiedades que actúan en el universo social en cuestión” El espacio se convierte en una expresión donde el individuo se apropia de su personalidad, juega con las habilidades que tiene para enfrentar hechos problemáticos y resuelve conflictos interpersonales. El aire libre da al hombre un sentimiento de libertad, de posibilidades indeterminadas, de fines lejanos que difícilmente pueden surgir por motivos sensibles en habitaciones reducidas. El hecho de que aquellos locales espaciosos resulten con frecuencia relativamente estrechos por hallarse demasiado llenos, no hace más que aumentar este efecto excitante, por virtud del cual, el ímpetu individual va más allá de sus límites consuetudinarios; ha de potenciar aquel sentimiento colectivo, merced al cual, el individuo se encuentra fundido en una unidad superior a su individual, que lo arrastra como un torrente más allá de sus directivas y responsabilidades personales (Simmel.1986, 659). 20