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De acuerdo a lo anterior, el espacio estaría determinado por dos principios diferenciadores: capital económico y cultural, los cuales destinan una orientación del agente en su quehacer cotidiano, sus prácticas, formas de interpretar la realidad, en las que convergen son formas sintomáticas de la acción que sigue en su trayecto cotidiano. Recursos como el dinero, la escolaridad, relaciones sociales, prestigio, sentido de pertenencia, reputación, crédito, fama, honorabilidad, gusto, talento, inteligencia, se verán reforzados en la medida de que su existencia sea reconocida por los demás, la sociabilidad se convierte para algunos de los residentes en una meta por construir. El habitar, las prácticas sociales y la construcción de percepciones se refuerzan por: 1. Según Bourdieu (1995,83) “la acción vista desde el subjetivismo es la realización deliberada de una intención consciente, como libre propósito de una conciencia que establece sus propios fines y maximiza su utilidad mediante el cálculo racional”, varios elementos refuerzan esta idea. Primero. Los agentes y grupos de agentes se definen entonces por sus posiciones relativas en espacio, en nuestro caso, la participación de los residentes y el contacto con los promotores inmobiliarios juegan enlace básico en la interacción cotidiana con ellos. Segundo. El espacio permite a los agentes asumir posiciones específicas y ser capaces de tomar decisiones respecto a su actividad. Tercero. En el espacio se presenta un campo de fuerzas, es decir, un conjunto de relaciones objetivas que se imponen a los que entran en ese campo y que son irreductibles a las intenciones de los agentes individuales. 2) Capital simbólico que es la modalidad que adoptan los actores cuando es captado a través de las categorías de percepción que reconocen su lógica específica, y el cual es adquirido por sus vivencias, en la familia, la escuela o la comunidad. En otras palabras, “para un residente de un barrio –o fraccionamiento- su medio le es tan familiar que lo capta mejor que cualquier otra persona; los objetos están ahí, en el espacio, con su identidad y sus características. Aprendemos a conocer, por experiencia, una parte de la ciudad” (Bailly 1979,15). También, la percepción del mundo social entraña un acto de construcción no implica en modo alguno aceptar una teoría intelectualista del conocimiento: lo esencial de la experiencia del mundo social y del trabajo de construcción que esta experiencia implica se opera en la práctica, sin alcanzar el nivel de la representación explícita ni de la expresión verbal, en este caso: “La percepción, al igual que la cognición, es un proceso que comporta una interacción entre un individuo y su medio” (Bailly 1979, 17) Ambos conceptos nos llevan a observar la relación que se da entre el sujeto y su medio, que se establece por medio de la experiencia de vida, donde se incrustan sentimientos, emociones, desplazamientos, interacciones, dinámica con el lugar donde se habita, ahí donde se tejen mecanismos de integración y adaptación al medio que cobija al ser humano. En este sentido “las categorías de la percepción del mundo social son, en lo esencial, el producto de la incorporación de las estructuras objetivas del espacio social.” (Bourdieu 1990, 289) 23
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