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El segundo cuadro de la figura 2 se refiere a la ocupación duradera dentro del mundo social, elemento que se aplica a los roles y pautas que adquiere el individuo en su contexto personal y colectivo, por ejemplo, la función que tiene una persona como padre de familia, maestro, trabajador, encargado de un puesto administrativo, por citar algunos. Tal y como lo señala Marta Rizo (2006, 2) “el habitus es sistemático y puede explicar la relativa concordancia entre las diferentes prácticas de las que participa un sujeto; a la vez es transferible, es decir, puede transponerse de un ámbito de la práctica a otro, de un campo a otro. Esta última característica hace que el habitus sea, en cierta manera predecible”. Otra característica que nos ayuda a vincular la intersección del espacio social y el habitar “la sintonía entre el campo y el habitus es lo que permite construir el consenso que legitima el orden social. Así como el jugador acepta las reglas del juego para que éste pueda realizarse, el agente acepta las reglas del campo donde opera para que éste pueda operar ”(Flaschland 2003, 55) El tercer elemento que se integra en la figura 2 es lo que las personas deben pensar y lo que deben decidir hacer, esto en términos de integración a la vida comunitaria del fraccionamiento cerrado. Se relaciona con el ejemplo citado, que sería el de pertenecer o no al comité de vecinos, los residentes toman la decisión pertinente o no a su participación y/o colaboración en el mismo y de acuerdo a sus objetivos individuales. Dos argumentos sustentan y dan fuerza a esta característica, el primero es: la trayectoria desde el espacio de las posiciones económicas y sociales al espacio de la toma de posiciones simbólicas o signos sociales de distinción- que son signos distinguidos sólo para una pequeña parte de la sociedad, la de los dominantes-, se cumple por la intermediación del habitus. (González 2004, 4). La segunda consideración es plantear que lo individual e incluso lo personal, lo subjetivo, es social, a saber, colectivo. El habitus es una subjetividad socializada (Bourdieu 1995, 85) 28