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algunos cambios, casi todos tuvieron como desenlace el divorcio o la separación. Otras informantes aseguran que sin el consumo ahora debían enfrentar la realidad que la bebida les negaba; anteriormente siempre existió la posibilidad de “ahogar” en alcohol alguna pena una situación difícil. “No fue fácil, no lo ha sido, ni hoy es fácil. Es muy difícil aprender a vivir sin el consumo (porque) aunado a eso la vida sigue, las complicaciones siguen, el esposo sigue drogándose; yo pidiendo y rogando (a su esposo) “por favor no traigas el consumo a la casa” que no vea yo nada encima, no porque yo mande aquí “por favor” porque me lo voy a poner, si ando un día mal por la ansiedad, me lo voy a poner” (Reina, 51 años) El poder contar con un ejemplo significa otro factor importante dentro de la asociación, de esta manera es posible socializar el problema que como ya dijimos permite deshacerse de juicios que obstruyan la recuperación. La dinámica de AA funciona a manera de espejo, de tal manera que con el simple hecho de escuchar, las informantes toman de las experiencias de sus compañeros las pautas que les indican cómo podrían actuar cada día ante las “pruebas de ácido” de las que está llena la vida y que en un momento pudieran disolver su recuperación. La convivencia de los miembros del grupo se convierte en una base sólida de apoyo, guía, desahogo y la posibilidad de tener un día estable y sobrio. A los AA los hermana un padecimiento común vivido de maneras distintas, el espacio físico del grupo permite sentar la plataforma subjetiva que crea un estado de confianza. Las informantes, sobre todo confían en ellas y confían en sus compañeros. Observamos a través de sus relatos e historias que el proceso de alcoholización alcanza también el momento de la recuperación, en el sentido de que se origina una nueva percepción sobre las razones que motivaron el consumo de alcohol y aquellas para no volver a beber. Ciertamente, las 140