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Tal situación genera tensiones al interior de la familia; por un lado, ella expresa que sus hijos están mejor atendidos en el instituto pues tienen psicólogos, horarios de comida, enfermeras, maestros, cuidadores; por otro lado, sus hijos han intentado escaparse varias veces. Las jornadas de trabajo de Griselda son intensas, entra a las 7 de la mañana y sale a las 10 de la noche, alternando los días, uno labora y el siguiente descansa. En casa, la carga de trabajo también recae sobre ella, pues la ayuda de su hija no es constante: “mi hija de vez en cuando me ayuda pero a veces que no le gusta a ella, lo tengo que hacer yo, cuando me toca mi día de descanso”. Ella vive en un terreno que invadió hace más de 15 años, mismos años que tiene asumiendo la jefatura de familia. Empezó construyendo con material de cartón y lámina, posteriormente, por medio de un programa social llamado “Paso a paso”, construyó su primer cuarto de ladrillo y cemento; después, con créditos de financieras, trabajo y esfuerzo ha ido construyendo su casa. En este momento el terreno se encuentra en proceso de regularización pues empezó a pagarlo hace algunos años. En palabras de Griselda, las principales dificultades que ella debe sortear en el día a día tienen que ver con las necesidades económicas. Ella desarrolla estrategias de sobrevivencia para la adquisición de bienes materiales como un mini Split o un refrigerador con cargo al recibo de la luz; estrategia de sobrevivencia implementada también por Lulú (Informante 6). Del mismo modo, adquiere muebles con los “aboneros” –así los llama ella- “¿Cómo sacar un colchón de contado? y no, pues ni modo, uno tiene que hacerse de trácalas con los aboneros y a veces otras cosas, pues también las tiene que estar pagando” 95