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desaparición de empleos en una región o sector económico implica la creación de nuevos empleos en otros; sin embargo, esto no supone que sean empleos de calidad para satisfacer la demanda de trabajo decente de las mujeres. La incorporación de la mujer al trabajo extradoméstico se acompaña de un incremento en su nivel educativo. La OCDE (2010) señala que en México, durante los últimos 30 años, la brecha en la escolaridad entre hombres y mujeres se ha reducido. Por citar algunos datos, el INEGI (2000 y 2010) reporta que el nivel de escolaridad de la población femenina de 15 años y más en México aumentó en todos los niveles de instrucción entre el 2000 y el 2010; por ejemplo: el porcentaje de mujeres con primaria completa pasó de 20.1% a 29.4%; con secundaria completa de 18.4% a 21.3%; en educación media superior de 17.3% a 19.3% y en nivel superior aumentó de 9.4% a 15.9%. En éste último caso, las mujeres representan el 52% de la matrícula universitaria nacional. Sin embargo, este fenómeno no se ha traducido en una tendencia para igualar la participación femenina en el mercado de trabajo ni para equiparar los salarios entre hombres y mujeres. Si bien Reygadas (2006) y Rodríguez y Camberos (2007) coinciden en que actualmente tanto hombres como mujeres necesitan más años de estudio y certificados para obtener un salario determinado, mantener y progresar en un trabajo, para Martínez y Acevedo (2004) estas características personales derivadas de capital humano no explican la diferencia salarial que existe entre los sexos. La frontera norte de México ha presentado un acelerado crecimiento de su población, por un lado, causado por un crecimiento natural y por otro, debido a los intensos flujos migratorios a las entidades que la conforman. Este crecimiento poblacional ha ocasionado constantes cambios sociales y económicos y por ello, la reorganización de las estructuras locales. La incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo en la frontera 102