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“grupo capitalista modernizador” no hubiera contado con la enorme capacidad de conseguir recursos para la diversidad de proyectos. Estos empresarios agrícolas no eran los tradicionales, -ligados a la tierra de tiempo atrás-. La posesión de la tierra era de hecho reciente y su incursión en este sector era “una empresa remunerativa, donde la especulación en la compra y venta de tierras fue a veces un elemento tan importante como la producción 48 de cosechas comerciales” (1980, 120). La carga económica para hacer productivas estas tierras, la construcción de canales y las obras de infraestructura, la llevó “la tesorería federal; pero la mayor parte de los frutos de aquel esfuerzo quedó firmemente controlada por la élite terrateniente” (1980, 120). 49 A estos especuladores de terrenos se les llamó “agricultores nailon” y muchos de ellos eran funcionarios de gobierno, burócratas, hombres de negocios. En estos años, también se dio una integración de esta élite agrícola con la élite comercial en el estado y con la comunidad empresarial de Estados Unidos que adquirió nuevas modalidades, como la distribución concesionada de productos norteamericanos y la capacitación tecnológica. También resulta significativo señalar que dicho dinamismo regional a partir de la reforma agraria, propició el surgimiento de una pujante clase media. A estas acciones que terminaron por consolidar a la naciente clase empresarial en el sur del estado, le siguieron la realización de una serie de obras de infraestructura, como presas, 48 Hewitt (1980) documenta el caso de uno de los hombres más influyentes en el estado compró 10 000 hectáreas de la costa de Hermosillo a dos pesos la hectárea. Y un político del estado (industrial) compró tierras en la zona de Hermosillo a .50 centavos la hectárea, vendiéndolas pocos años después, para construir la presa en 1 000 pesos la hectárea. 49 Se les decía así para “denotar su vestimenta citadina y su falta de conocimiento de la agricultura. Los agricultores establecidos allí desde hacía mucho tiempo recuerdan con desdén cómo pasaban los días aquellos hombres, en los últimos años cuarenta, convidando a sus compañeros a tomar la copa con el dinero de los cheques que les entregaban los bancos agrícolas y nunca aplicaban a sus campos. En realidad, parecen haber estado vendiendo y comprando la tierra, y recibiendo crédito durante años, sin sembrar nada en ella” (Hewitt 1980, 127). 122