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Identificar sitios nocivos y no nocivos, agradables y no agradables, forma parte de estas dicotomías de la acción humana que nos ilustra y a la vez fotografía la vida cotidiana del individuo. La habilidad que muestra al momento de pertenecer a un comité de vecinos, por ejemplo, son elementos que reflejan este enlace que se da en el espacio físico de las ciudades, llámese colonia, fraccionamiento, invasión, y alguna otra forma de ocupar el espacio donde se construye un hábitat determinado. Los lugares urbanos donde se elige habitar registran toda una serie de prácticas y trayectorias en sus decisiones, gustos y deseos por elegir un espacio que los proteja ante las diversas problemáticas (por ejemplo: violencia, inseguridad, miedo, asaltos) que identifican a la ciudad en donde se asientan. En este contexto, él reproduce la lógica del campo pero también es “potente creador”. Esto tiene un doble aspecto: reproduce los condicionamientos sociales, pero, al mismo tiempo, es un productor de prácticas sociales (Flaschland 2003, 55). El habitar como proceso de construcción de modos de vida y la formación de un espacio social se vincula con el habitus en la forma en que éste permite ver las diferentes situaciones de la acción social que el individuo establece en su grupo. Las fuerzas que lo integran son el escaparate en la construcción de identidades locales, sentidos de comunidad y otros elementos. Un ejemplo de cómo puede ser ilustrado el funcionamiento y la relación de habitus y habitar, se encuentra en: “la segregación es parte de la formación de estilos más comunitarios de vida social. La confianza es un capital social de la mayor importancia en la existencia de una vida social con un fuerte sentido comunitario y menos individualista” (Sabatini 2003, 14). EL HABITAR Y LA FORMACION DEL ESPACIO SOCIAL Dos dimensiones importantes en el habitar: el espacio físico y el social, las cuales explican la relación que establece el ser humano cuando llega a vivir en un lugar determinado. “La dimensión espacial del habitar estará determinada por aquellos lugares donde ocurre la vida cotidiana, generalmente la vivienda y la forma en que esos espacios son ocupados, es decir, las actividades que se desarrollan en ellos en casos concretos. Mientras la dimensión social se describe como las relaciones que establecen los habitantes a través de las prácticas cotidianas en el habitar” (Villavicencio 2006, 46-47) El habitar es un proceso mediante el cual el individuo se apropia del espacio donde vive e implica a todos los sentidos, de ahí que se pueda decir que se habita amando, trabajando, estudiando, conversando, durmiendo, etc. Luego entonces, “el espacio habitado puede ser identificado, utilizado e imaginado como el escenario de la conducta acción social e individual del hombre. El habitar crea hábitos que se expresan en actos y la suma de éstos constituye un principio de la habitación” (Enciso 2006, 1) La cotidianidad entonces se ve reflejada en los actos que establece el individuo al interior del grupo y, por tanto, asume sus propias habilidades en las relaciones interhumanas. 34
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