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En otro orden de ideas, las urbanizaciones cerradas en los Estados Unidos se circunscriben por un lado a la idea de comunidad y por otro ala vecindad, términos que ayudan a entender cómo se teje el habitar y se forma el espacio social en este tipo de asentamientos humanos. La capacidad de los residentes de establecer vínculos en su entorno, habla de un proceso, como se ha venido señalando, de diferenciación y homogenización del grupo, en este sentido los lazos sociales se vuelven afectivos, indiferentes o apáticos al momento de la interacción. En este sentido, los gustos, deseos o simplemente el hecho de establecer contactos con los vecinos marcan toda una serie de roles que los residentes juegan al establecer sus prácticas internas. Como se explica, los fraccionamientos cerrados en Estados Unidos se han venido desarrollando a través del tiempo y espacio en áreas periféricas de las principales ciudades donde se han instalado. En este sentido enfatiza Le Goix (2003,1): “las comunidades cerradas, cuyos muros, vecindades residenciales, representan una forma de urbanismo donde los espacios públicos son privatizados. En Estados Unidos, ellas representan una parte sustancial de nuevos mercados de vivienda, especialmente en áreas recientemente urbanizadas”. Un elemento más de análisis en las relaciones espaciales que se presentan en la estructuración de las comunidades cerradas, es el ser objeto de políticas públicas que promueven la idea de que en zonas privatizadas la vida es diferente al resto de la ciudad. Así, el mismo Le Goix (2003, 3) propone que el enfoque del estudio de las comunidades cerradas deberá ser centrado como una “frontera entre dos sistemas territoriales: el sistema de la ciudad en conjunto contra el sistema del enclave cerrado”. La puerta, los muros y las formas de calles únicas en estas zonas convierten a las comunidades cerradas en un espacio donde las individualidades, indiferencias o integración colectiva pueden ser objetos de acciones determinadas en el contacto de sus propias experiencias dentro y fuera de la ciudad. En esta reflexión se ubica el contexto de las prácticas que asumen los residentes y es aquí donde el habitar se convierte en una expresión de estas situaciones, una cotidianidad que se ajusta al encerramiento. Por tanto, la localización geográfica de las comunidades cerradas es un aspecto importante para la comprensión de los procesos de auto segregación, diferenciación y distinción que algunos grupos sociales exigen en estos espacios o bien a la que le apuestan de manera significativa los promotores inmobiliarios como fuente para generar ganancias en una construcción de viviendas seriadas en pequeños espacios, factor al que volveremos más adelante. Le Goix acota que tres factores explican la localización de las comunidades cerradas: “primero, su localización tiende a maximizar las rentas; segundo, el espacio residencial orientado al ocio como un factor grande de crecimiento donde se requiere consumir una parte del espacio, y ambos: desarrolladores como residentes favorecen pequeños clusters individuales en alrededor de un largo espacio abierto, y tercero, la localización es dirigida por el medio social. Se asume que las comunidades cerradas son hechas a la medida para entrar a prospectivas especificas de compradores y localidades dentro de un medio social consistente”. 47