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Haro (2000, 103) comenta que la atención a la salud no refiere únicamente a prácticas terapéuticas, sino también a “elementos culturales de referencia, procesos de información y toma de decisiones, de diagnóstico y pronóstico, actividades de rehabilitación, de prevención y promoción de la salud, mismos que se ofrecen en un nivel personal, como es el caso de las tareas más elementales de cuidado, soporte, protección y acompañamiento, y también en un nivel social-comunitario que corresponde a la intervención en políticas de salud y actividades de saneamiento”. A pesar de esto, el proceso salud/enfermedad/atención (s/e/a) nos remite a hablar del modelo biomédico o Modelo Médico Hegemónico (MMH) que lo define como: [el] conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como la medicina científica. Entre los rasgos característicos de esta práctica se señala el biologicismo, la concepción teórica evolucionista-positivista, la ahistoricidad, la asocialidad, el individualismo, la concepción de la enfermedad como ruptura o desviación y la identificación ideológica con la racionalidad científica de otros modelos. Las funciones principales de este modelo son curativas-preventivas, normatizadora, de control social y de legitimación (Menéndez 1984, 90). Haro (2000, 106-107) también señala que el MMH se basa y se ha puesto en práctica por los profesionales de la salud previamente reconocidos por la comunidad científica y por el Estado, quienes han sido dotados de conocimientos en las universidades y otras instituciones académicas que cuentan con un estatus oficial; sin embargo, esto no garantiza una calidad ejemplar en la relación médico-paciente, la cual ha venido decayendo en los últimos años en México. Tal hecho podría atribuirse a la disminución del presupuesto en el rubro de salud que origina menos contratación de personal (profesionales de la salud) y mayor carga laboral a los que se encuentran en funciones. 61