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problema de “existir” o vivir (Barabino, Bocero, Prandin y Rosenthal s.f). González de la Rocha las describe como respuestas inmediatas que se instrumentan para poder enfrentar inclemencias esperadas o inesperadas de la vida diaria (2006). Dichas estrategias ayudan a los hogares a hacer frente a las dificultades cotidianas causadas por falta de ingresos y de otros recursos que les permitan un bienestar (Pizarro 2001). Por tanto, las estrategias de sobrevivencia se vuelven primordiales, pues “apelan a medios de capital social comunitario que no tienen expresión monetaria, pero que mitigan o reducen los efectos negativos de la insuficiencia de ingresos” (Sojo 2006, 12). Mientras que los segundos, describen las estrategias de sobrevivencia como la articulación de un conjunto de mecanismos, relaciones y comportamientos desplegados que sirven para dar viabilidad a una reproducción integral de los hogares y alcanzar cierto nivel de satisfacción en cuanto a necesidades básicas (Cariola 1994); o bien, las remiten a “el conjunto de actividades que desarrollan las unidades domésticas de diferentes sectores sociales para garantizar su manutención cotidiana y generacional” (García y Oliveira 2006, 34). Siguiendo estas ideas, podríamos argumentar que las personas de manera indistinta, desarrollan estrategias de sobrevivencia como parte de la reproducción y producción de su vida cotidiana. A este respecto, se puede afirmar que las estrategias de sobrevivencia desarrolladas por las madres jefas de familia, tanto las estrategias de sobrevivencia que ayudan a mitigar distintas formas de precariedad o privación, como las estrategias de sobrevivencia destinadas a la producción y producción dentro y fuera del hogar, repercuten positivamente en las condiciones de vida de los integrantes del hogar, sin embargo, tales estrategias cobran un alto costo a las mujeres jefas de familia, en cuanto a tiempo y esfuerzo. 33