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rato en otra vuelta o así le continuamos jugando, pero no, no me ha tocado de que pase así de que se enoja o si se enoja pues ya le digo que no se enoje así. Al respecto Samuel externó: “Somos muy desastrosos [Desastrosos ¿Cómo?] Que alguien está escribiendo y de repente le pegan un sopapo y cosas así y empezamos a pelear [¿Y por qué?] Nomás, andamos haciendo desastre y llega uno a molestar a otro. [¿Entre conocidos o entre desconocidos?] Conocidos. [¿Y luego que pasa?] Nada, seguimos peleando hasta antes de que llegue el profe. […] Es jugando así”. Y Leonardo dijo: “Pues con los hombres te la puedes llevar jugando así a los golpes y con las mujeres no, si les pegas se enojan. [¿Y los hombres no se enojan?] Pues si estamos jugando no. [¿Y de qué tipo de juego hablas?] A golpearnos, pero nomás así jugando ahí. [¿Cómo?] Así a los zapes; jugando y pasándola”. En este tipo de bullying entre hombres se encontró una tendencia de que el molestar no se direcciona hacia la víctima por algún problema anterior, sino más bien como señalan Valadez et al. (Ibid. 1119), la elección de la víctima se asocia con la diferencia y con no cumplir el patrón esperado. En este caso se hace evidente la subordinación de la MH sobre los demás tipos de masculinidades cuando, por no adscribirse al estereotipo que la MH dicta de varón que gusta de la agresividad como forma de relacionarse -ya que las víctimas varones coincidieron en que a ellos no les gusta llevarse así- los alumnos terminan convirtiéndose en víctimas. Por otro lado, Álvaro y Leonardo hablaron también de otros tipos de bullying físico entre varones cuyo fin no es bromear ni jugar. Álvaro mencionó haber molestado a otros compañeros por enojo, por ejemplo cuando se la han regresado más fuerte cuando “juega pesado” o por celos. Ambos temas se asocian con amenazas hacia su hombría pues en el 187