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primer caso no arremeter más y más fuerte lo haría parecer débil y en el segundo el no poseer la exclusividad de “su mujer” también atenta contra su imagen viril ante los demás. Álvaro comentó lo siguiente al pedirle que describiera ocasiones en las que él molestara a compañeros por enojo y no por jugar: “Pues no sé, a veces que sí se pasan, de que les pego un zape al rato viene y me pega uno más duro así, y pues sí, sí me enojo, pues sí, también de… depende de que me hagan porque a veces también con las mujeres casi siempre las mujeres, también sí, sí hago el daño porque o la veo con ella o veo que por el face le habla y me enojo y al rato lo veo y ya lo empiezo a molestar”. Cuando a Leonardo se le preguntó la razón por la que se había visto involucrado en golpear regularmente a otro compañero, pero sin estar jugando contestó: “Nomas porque sacan de onda.” Coincidiendo con lo que Valadez et al. (Ibid. 1118) informan que encontraron en las respuestas de los jóvenes que participaron en su estudio: que los agresores decían que violentaban “nomás por que sí” a sus compañeros. Reflejando el construcción cultural de que a los hombres prácticamente la agresividad les vienen innata y normal. En torno a las víctimas cabe resaltar que cuando se les preguntó porqué creían que sus compañeros ejercían violencia contra ellos coincidieron en señalar que lo hacían para “llamar la atención”, lo que refleja el carácter grupal del fenómeno del bullying –como proponen Salmivalli et al. (1996, 2)-. Los demás alumnos, aunque no intervengan activamente en la agresión reafirman el comportamiento violento de los demás compañeros al validar, aceptar, no cuestionar o inclusive valorar su comportamiento. Es importante destacar también, que todos los estudiantes varones víctimas de bullying que participaron en este estudio coincidieron en haber sido víctimas solamente de este tipo de violencia que habla de ser molestados a manera de juego. Así como que, dentro de esta 188