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enojaron?] No sé, se les ve en la cara [risas] gritan y eso y ya al rato ya andan bien”. Su forma de platicarlo refleja que minimiza las consecuencias de sus actos y que las mismas mujeres como observadoras reafirman los actos de violencia en contra de sus compañeras, lo que de nuevo habla del fenómeno del bullying como un problema grupal como indican Salmivalli et al. (1996, 2). Por su parte, Leonardo lo aceptó de una forma más indirecta que 92 anteriormente ya se citó en la que habla de que las mujeres se enojan si las golpea, situación que quiere decir que ya lo ha hecho, porque la forma en que lo expresa indica el conocimiento de una consecuencia de un acto previamente realizado. Además de señalar este tipo de encuentros, ambos sexos narraron otro fenómeno que sucede entre sexos: “molestarse para empezar a llevarse”; refiriéndose a empujarse o darse sopapos pero ahora no sólo como juego sino con el afán de cortejo o como muestra de cariño. Dos hombres (Álvaro y Marco) hablaron de ellos empezar esa rutina, los demás, tanto hombres y mujeres, hablaron de “seguirle el rollo” a sus compañeros y de que no les causaba ninguna angustia, ni sentimiento negativo o de rechazo el que se dieran así las cosas. Así mismo todos coincidieron en que no les parecía violento, lo que habla de un comportamiento normalizado y de una subcultura del cortejo en la que distintas formas de violencia moderada adquieren una connotación positiva y deseable. Por ejemplo, cuando se le preguntó a Nicolás de problemas de violencia entre hombres y mujeres comentó: “De que la empujen acá y ¡Ay Pendejo! ¡Quítate! y así nomás. [¿Y por qué la empujan?] Nomás pa´ llevarse con ella. [¿Cómo que para llevarse?] Pa´ llevarse, pa´ llamar su atención yo digo. […] [¿Y a veces no pasa de mujer a hombre?] Sí también. [¿Cómo qué?] Estás parado acá y te empuja acá y ya pues tú la empiezas a empujar y se 92 Consultar el apartado Hombre y Bullying 194