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diferencias se encuentran desde la edad de tres años y continúan durante todo el ciclo vital” (Díaz-Aguado y Martín 2011, 254). El que la agresión física no sea tan común entre mujeres en comparación con los hombres obedece a los estereotipos de género ya que ésta es una forma de interacción socialmente asociada a la MH. Además, siendo la violencia verbal considerada menos agresiva que la física, es la “permitida” para ellas, ya que es la que menos se desvía del llamado social femenino imperante que describe Lagarde (2005, 433) de cuidar de otros, ser cortés y agradar a los demás y de reproducir el orden estético en su persona y en su entorno. Las demás formas de violencia entre ellas como los golpes y daños a pertenencias rompen con el estereotipo femenino y adquieren un alto nivel de reproche y rechazo social entre la comunidad educativa que no se manifiesta de la misma forma en el caso de los hombres (donde son vistas como parte de la normalidad). Producen mayor asombro y una sensación de que ocasionan mayores efectos negativos, por lo que es más comúnmente 93 evitada por ellas . Ana comentó: “Yo digo que las mujeres somos más violentas, los hombres también sí se golpean mucho y de todo pero las mujeres agarran cualquier cosa, de que si están bien enojadas no piensan en nada y que agarran y que le pegan con cualquier cosa y no importa lo que le pase, porque están enojadas pues y no tienen consciente de lo que están haciendo”. Por su parte, cuando a Nicolás se le preguntó que pleitos se le hacían más fuertes comentó: “Entre ellas [¿Por qué?] Porque ellas sí agarran coraje acá, coraje como para pelearse y los hombres no […] porque las mujeres pa´ mi que son mas corajudas, se me hacen más enojonas. 93 Lo que es más evidente en los casos que se señalan en el apartado de “Mujeres y violencia juvenil” que viene más adelante. 196
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