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De acuerdo al papel que cada género se ve forzado a desempeñar y a las formas particulares de asumirlo, enfrentarlo y vivirlo, hombres y mujeres enfrentan situaciones diferenciadas de violencia con consecuencias también distintas. Los conflictos que una mujer enfrenta en su vida suelen ser distintos a los de los varones y acarrean diferentes significados para cada uno de ellos. Así mismo, el uso y disponibilidad de estrategias y modos de enfrentarlos también tienden a diferenciarse a razón del género. La forma permitida de conducirse y relacionarse tanto intergenérica como intragenéricamente para las identidades masculinas y femeninas conducen a situaciones de vida, posibilidades y riesgos distintos. Pero ello no significa que cada situación sea exactamente igual a la otra; aunque existan fuertes y constantes coincidencias entre ellas debido a las construcciones sociales de género que les constriñen, las experiencias y recursos de cada persona también juegan un papel importante en su posicionamiento ante las situaciones de conflicto y violencia. Ante esto, se hace necesario integrar al análisis un abordaje que incluya al sujeto y su experiencia. 2. La experiencia de la violencia desde el sujeto. Desde la perspectiva de Wieviorka (2011, 173-174) las teorías clásicas que buscan teorizar acerca de la violencia -que incluyen las que la plantean como un instrumento para alcanzar ciertos fines, como falta de vinculación entre las expectativas de las personas y el sistema social y como resultado de un proceso de socialización íntimamente ligado con la cultura- han fallado al ignorar la subjetividad de los actores y víctimas de la violencia. Por lo que le autor propone aprehender mayores herramientas para comprender la experiencia concreta de la violencia; ir de lo más íntimo a lo más general buscando entender la 69