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Durante el periodo de recesión 2000-2003 el empleo femenino sufrió una importante caída en sectores relacionados con la industria manufacturera, como se mencionó, la IME tuvo un máximo histórico en 2001 con 3735 establecimientos activos que con la recesión se redujeron a 2826 en 2003 (López, 2004). Hasta la fecha no se ha podido igualar la cifra de 2001. Ante este cierre de fuentes de empleo, hombres y mujeres recurrieron a otras actividades aunque a partir de la recuperación en 2004, menos mujeres volvieron a la industria manufacturera, provocando la desfeminización del sector. En este periodo, las ocupaciones más afectadas fueron mujeres ocupadas como de jefes y supervisores de control en la fabricación artesanal e industrial, mientras que el sector terciario captó mano de obra femenina al presentar tasas de crecimiento positivas durante este periodo, feminizándose aún más ciertas ocupaciones como vendedoras ambulantes y trabajadoras en servicios domésticos. Las coyunturas económicas fomentaron una mayor participación femenina en el sector de las ventas, relacionado típicamente con la informalidad. Las crisis vividas durante la década pasada, principalmente la de 2008, agudizó la presencia de las mujeres en los mercados de trabajo al justificar su entrada como medida contracíclica argumentada por su responsabilidad para con el gasto en el hogar. Los efectos de las crisis sobre las mujeres en los sectores formales de la frontera norte mostraron la vulnerabilidad de que son víctimas ante los recortes o la reducción de la jornada laboral principalmente; en los sectores relacionados con la industria de exportación las mujeres perdieron el empleo, generando una salida masiva de mano de obra que provocó un desmesurado aumento de mujeres en sectores ya feminizados (servicios). La recesión del 2001 así como la crisis económica en 2008 generó efectos diferenciados entre hombres y mujeres. Estas diferencias no solo tienen que ver con la 189