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2010 y la descomposición de la brecha a través del método Oaxaca-Blinder (1973) para establecer en qué medida las diferencias se deben a distintas características productivas observables o a características de los individuos asociadas con la discriminación. Por último se presentan las conclusiones más importantes de esta investigación. A destacar entre otras: que los espacios ganados por las mujeres en el campo extradoméstico no están libres de patrones culturales y estructuras socialmente determinadas; las ocupaciones están diferenciadas por género, es decir, en femeninas y masculinas. Respecto a los periodos de recesión económica, el empleo femenino sufrió una importante caída en sectores relacionados con la industria, como fue el caso de las mujeres ocupadas como de jefes y supervisores de control en la fabricación artesanal e industrial, mientras que el sector terciario captó mano de obra femenina al presentar tasas de crecimiento positivas durante las recesiones, feminizándose aún más ciertas ocupaciones como vendedoras ambulantes y trabajadoras en servicios domésticos. Las coyunturas económicas fomentaron una mayor participación femenina en el sector de las ventas, relacionado típicamente con la informalidad. Estos resultados apuntan a que la participación laboral de las mujeres aún en tiempos de crisis puede aumentar pero sin que ello implique mejoría en las relaciones de desigualdad de género en los mercados laborales; a su vez, las diferencias en capital humano no son el principal determinante de las diferencias salariales entre hombres y mujeres, la discriminación se muestra como un importante factor explicativo, mientras que la pérdida salarial es mayor para los hombres que trabajan en ocupaciones con un porcentaje elevado de mujeres. Mientras que en términos generales, la brecha salarial global en promedio durante la década fue del 11% en la frontera norte del país. 20