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además relaciona a la segregación con las diferencias salariales, un nivel considerado avanzado de habilidades requeridas para el trabajo y poder de decisión. Por su parte, la brecha salarial por sexo representa en términos generales la distancia que separa la retribución media de hombres y mujeres y refleja la desigualdad de ingresos por sexo. Esta distinción puede ser una práctica legítima cuando la diferencia salarial tiene su origen en valores sociales como pueden ser el mérito o capacidad que de acuerdo con la OIT refiere a “la relación existente entre el acervo de aptitudes, conocimientos y cualificaciones de una persona y los requisitos que ésta debe reunir para el desempeño de un trabajo en particular” (2003: 23), lo que implica individualizar a la persona idónea para el trabajo. Sin embargo para enriquecer el análisis respecto a las brechas salariales por sexo, nos enfocamos a la discriminación salarial. Siguiendo a Treiman y Hartmann “la discriminación salarial existe cuando a los individuos de una categoría social se les remunera menos que a los individuos de otra clase social por razones que no tienen que ver con el trabajo que realiza.” (1981: 8-9). Los autores distinguen dos tipos de discriminación salarial. El primer tipo ocurre cuando a una clase de individuos se les paga menos que a otra clase de individuos por hacer exacta o substancialmente el mismo trabajo; mientras que el segundo tipo de discriminación ocurre cuando la estructura ocupacional de una organización se encuentra segregada por razón de sexo, raza o etnicidad y los trabajadores de una categoría perciben un salario menor que los trabajadores de otra categoría cuando los dos grupos realizan un trabajo que no es el mismo pero en algún sentido tienen un valor comparable. Este segundo tipo de discriminación salarial se vincula con la segregación ocupacional. 29
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