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El enfoque feminista de la economía crítica está centrado en el llamado sesgo androcéntrico de la economía neoclásica, ya que en su construcción como ciencia, las mujeres y sus experiencias quedaron fuera de sus fronteras al no considerar las disparidades entre hombres y mujeres. Cuestiona el razonamiento de aceptar como hecho natural las razones de la segregación por sexo y los salarios femeninos más bajos de acuerdo al rol familiar de las mujeres, es decir, al considerar el empleo femenino como circunstancial y complementario al masculino, con menos acumulación de capital humano que los hombres y menor experiencia laboral. Género y mercado de trabajo. El concepto de género ayuda a señalar diferencias entre los sexos que van más allá de lo biológico. De acuerdo con Nelson (1995:133), la categoría de género representa “las asociaciones, estereotipos y patrones sociales que una cultura construye en base a diferencias reales o percibidas entre el hombre y la mujer”, lo que según Cervantes (1994:10) “permite reinterpretar la relación entre lo genético y lo adquirido, lo innato y lo aprendido, lo biológico y lo social”. El concepto de género constituye una dimensión de toda organización y estructura social, refiere a relaciones sociales históricamente construidas, a significados culturales y a identidades, por lo que más que hacer referencia a características individuales, involucra dimensiones materiales, simbólicas y subjetivas. Siguiendo a Scott (1996), el género es una categoría social impuesta a un cuerpo sexuado. El género, como la clase o la raza, es un eje de jerarquización social, por ello la economía feminista pone en el centro del debate las relaciones de desigualdad entre mujeres y hombres en el estudio de la segregación ocupacional por razón de sexo. Burnell 33