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divididos en tres grupos (positivos, negativos y otros), representan una extensión de las actividades domésticas. Como ejemplo de lo anterior, señala entre los estereotipos positivos al cuidado de terceros, que se considera como biológicamente determinado al ser las mujeres las principales responsables del cuidado de los niños, por lo que ocupaciones como enfermera, médico, niñera, trabajadora social, maestra o partera se ven afectadas por este estereotipo. Otros estereotipos positivos expuestos por el autor en su trabajo son las destrezas y experiencia en tareas relacionadas con el trabajo doméstico; mayor agilidad manual; mayor honestidad y aspecto físico atractivo. Siguiendo con los estereotipos negativos, Anker señala aquéllos relacionados con la falta de inclinación por supervisar a otros, lo que contribuiría a descalificar a las mujeres a todo tipo de ocupaciones relacionadas con la supervisión y dirección; otros estereotipos son: menor fuerza física (muscular); menores habilidades en ciencias y matemáticas; menor disposición a viajar y menor disposición a enfrentar el peligro físico o usar la fuerza física. Entre los estereotipos agrupados como “otros” señala: mayor disposición a recibir órdenes, docilidad y menor inclinación por las quejas sobre las condiciones de trabajo, así como menor inclinación por la sindicalización y mayor aceptación del trabajo monótono y repetitivo; mayor disposición de aceptar un salario bajo y menor necesidad de ingresos así como un mayor interés por trabajar en casa. Es pues la trascendencia de estas construcciones que, en palabras de Izquierdo (1998), prejuzgan las cualidades que tienen las mujeres y los hombres, las que contribuyen a etiquetar los trabajos en “femeninos” y “masculinos manteniendo una persistente segregación ocupacional. 40