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La situación de España, particularmente Madrid, las urbanizaciones cerradas se sitúan asociadas al “ avance de las desigualdades sociales e intercomunitarias, a la inseguridad creciente, al deseo de mejores condiciones medio ambientales, de un estilo de vida alternativo, y sobre todo a transformaciones profundas en el sentido tradicional de los espacios públicos, privados y al papel asignado tanto a la iniciativa privada como a la administración pública en la construcción y funcionamiento de la ciudad” (Canosa 2002, 545). De nuevo, aparecen en esta reflexión elementos que nos ayudan a interconectar el proceso del habitar y la construcción del espacio social en los fraccionamientos cerrados o privados como lo señalan tanto Canosa como Le Louarn, la creación de nuevos grupos y desigualdades sociales, económicas, culturales e ideológicas que se desprenden de estas nuevas formas de ocupar la ciudad. Siguiendo con el caso de Madrid, los complejos residenciales cerrados aparecen como “una ciudad galáctica, caracterizado por su dispersión, el dominio de muy bajas densidades, una rígida segregación social y una fuerte fragmentación en piezas nítidamente individualizadas. Junto a ellos, otros elementos del urbanismo de la post modernidad como los centros comerciales, clubes deportivos privados, parques de ocio, tecnológicos, industriales y empresariales, salpican las vías rápidas de acceso a la ciudad central conformando un espacio complejo en expansión” (Canosa 2002, 546- 547). Espacios urbanos se van modificando en distintas latitudes del mundo como Europa (Francia, España e Inglaterra) y los Estados Unidos (en diversos estados de este país) como formas de reproducción en creación de micro hábitat con tendencias a favorecer a grupos sociales de clase alta. Ello es un patrón que como hemos visto en el análisis de los discursos de los autores hasta ahora analizados para estos continentes; han cambiado, nuevos sujetos son los que van apareciendo en la escena de los procesos citadinos, la fragmentación social, creación de nuevas zonas cuyas formas de organización territorial se diseñan con las anuencias de las políticas públicas que se manejan por los gobiernos municipales, estatales o federales en apoyo de las inversiones privadas. La situación se torna quizá en algunos casos como inductora de conflictos sociales que originan problemáticas específicas entre habitantes y grupos que viven en las urbanizaciones cerradas y los que habitan fueran de ella, es decir, la aparición de las alteridades y la segregación socio espacial resultante de ellas. En el caso de Francia, se justifica la presencia de las urbanizaciones cerradas en razón del “miedo al otro, consolidado por verdaderos problemas de inseguridad y convivencia del espacio público, añadido a la segregación real de los barrios, acaba por convencer a la clase media de invertir un poco más para vivir en un lugar acreditado protegido. Un mercado está pues naciendo ante nuestros ojos para cuya regulación el Derecho Urbanístico no propone ningún instrumento” (Le Louarn 2002, 533). 54
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