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Las especificidades de las urbanizaciones cerradas en América Latina se vuelven interesantes para entender esta formación de un espacio social que se construye en realidades urbanas donde los individuos contribuyen a tejer lazos interpersonales en espacios físicos controlados, donde el derecho a la privacidad se mantiene como una manera de proteger su propia identidad.. Argentina, Chile y Brasil forman parte de estos mosaicos urbanos donde el retorno a la naturaleza se vuelve intensa en la medida de que los residentes urbanos construyen zonas de privilegio en espacios naturales. El ejemplo de los clubes de campo, chacras, emprendimientos en zonas rurales, dan pauta a zonas de integración social destinada a grupos específicos. La situación de las zonas urbanas, los barrios cerrados, condominios, edificios multifamiliares, responden a estos nuevos procesos de gestación de espacios defensivos que se adoptan, en el caso de México y su frontera norte, de los cuales se hablará más adelante. En el caso de Buenos Aires, los procesos de transformación espacial se manifiestan de dos maneras: “1) la urbanización en segmentos de territorios ocupando fracciones destinadas a usos no urbanos y 2) la extensión caótica del tejido peri urbano generando escasez de servicios y de baja calidad ambiental. En cuanto a la dimensión social se aprecia un nuevo modelo que apunta a sistemas cerrados sin heterogeneidad y sin conexión entre ellos” (Vidal-Koppma: 2001, 3-4) La situación de Chile se describe: “Históricamente la periferia urbana tendía a ser monofuncional, principalmente residencial, con un alto nivel de segregación social. Al contrario esta nueva periferia es multifuncional, acoge variados usos del suelo urbano y, en algunos casos, sectores sociales diversos, lo que constituye una nueva experiencia en el desarrollo urbano santiaguino” (Hidalgo et al. 2003, 4-5). Los espacios físicos urbanos de las localidades argentinas, chilenas y brasileñas, sufren cambios significativos en la construcción de espacios sociales con dimensiones geográficas, culturales y urbanísticas orientando a la acción derivada de las políticas públicas, inversión privada y la promoción de estilos de vida homogéneos. El área donde se localizan también resume las condiciones a las que se ven expuestas los citadinos de estos países latinoamericanos: “Respecto al tamaño de los lotes, los barrios cerrados difieren en gran medida: aquéllos destinados a los sectores medios y medio-altos, cuentan con lotes amplios, pero sólo los destinados a los más altos de la socieda poseen lotes de grandes dimensiones que les permiten diferenciarse de un barrio cerrado. Sólo en éstos puede lograrse un mayor contacto con la naturaleza” (Roitman 2003, 2-3). La figura 1 explica tres fases de cómo se integran los espacios físicos de Latinoamérica de los barrios cerrados. En la misma se explican los procesos que intervienen en su configuración, sobre todo en el caso de los países sudamericanos que iniciaron con sus formas de habitar los espacios urbanos. 61