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Además, se complementan con lo señalado por María Florencia Girola (2004, 43). “el fuerte peso de la dimensiones imaginarias del habitar se ha puesto de relieve en la etnografía mediante la reiteración de un mismo tópico: el recurso al pasado y más específicamente al recuerdo de los barrios donde transcurrió la infancia y adolescencia en pos de explicar la opción por la nueva residencia. Es justamente en las vivencias de aquellos años donde se origina una representación del barrio como espacio de afecto y contención; la evocación nostálgica de un ámbito que algunos residentes reencuentran en sus nuevas urbanizaciones”. Fig. 3. Incorporación de elementos sociales en la relación habitar-espacio social, según Lacarrieu Primera esfera: Fraccionamientos Zonas de transición Cerrados Sentido de pertenencia Segunda esfera El residente: su rol Deber ser Construcción del Habitus incorporado en el desarrollo de los individuos O como agregan Chevalier y Carballo (2005, 42): “cada conjunto genera distintos entre sí singulares, que son el resultado de alquimias raramente posibles de transferir o reproducir. Sólo se puede observar en la generalidad la doble estructuración de la intimidad entre la esfera privada y la de sociabilidad restringida y elegida”. Hechos que se perciben en la elaboración de las figuras 2 y 3 de las ideas de Mónica Lacarrieu. Aquí, entonces, las ideas de los autores citados dan la posibilidad de dibujar las realidades que ofrecen estos micros mundos de los conjuntos residenciales cerrados. María Florencia Girola en otro de sus artículos (2005, 2): explica: “en toda urbe se territorializan prácticas y rutinas cotidianas (residencia, trabajo, ocio, protesta), representaciones e intereses contradictorios que los diversos actores sociales ponen en juego en sus apropiaciones del espacio”. Entonces. la formación del espacio social en las urbanizaciones cerradas también sería representado en la idea de comunidad que se asemeja a pertenencia, participación, solidaridad, y en las que se tienen dos acepciones: la primera definida como “un surgimiento del cruce de círculos sociales homogéneos, pues los sujetos van circulando de un ámbito a otro” (Svampa 2000, 143) y una segunda que describe: “la comunidad pareciera constituirse como una postulación, como un proyecto más que como una realidad, en definitiva, como un ingrediente del lugar utópico o soñado, y no como un aspecto del lugar tópico o vivido” (Girola 2004, 44).. 66