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Ya lo menciona Maristella Svampa para el caso de Buenos Aires, Argentina, donde la sociabilidad es parte del proceso seguido por los residentes de este tipo de asentamientos humanos, los cuales han permitido crear a través de la edad, homogeneidad, empatía, amistad, relaciones interpersonales, un ambiente comunitario construido con objetivos comunes o por helecho de compartir parte del espacio físico que se da en las urbanizaciones cerradas. También lo señala Mónica Lacarrieu (2002, 178) en el sentido de que: “el camino escogido supone repensar las urbanizaciones cerradas, no en forma aislada y particularizada, sino como parte de una nueva ‘política de lugares’ que va siendo instaurada en conjunto por el poder público, el mercado y los diferentes sectores sociales involucrados con el hacer ciudad”. La propuesta de Lacarrieu se torna interesante en la comprensión de la formación del territorio urbano donde se insertan las urbanizaciones cerradas, ya que es a través de sus características morfológicas y arquitectónicas, permiten visualizar espacios con universos particulares en la composición y actuación de los residentes. Significado que nos entrelaza la conjunción de individuos, percepciones y tiempos como parte de la creación de prácticas particulares y toma de posiciones a la vez de los individuos en los sitios donde se edifican los cerrados, lo relacionaríamos con la creación del habitar y el habitus. El lugar, en la propuesta de Mónica Lacarrieu, es un detonante significativo para las manifestaciones sociales, culturales y antropológicas que se derivan en el tiempo de quienes eligen vivir en estos residentes y que llevan a considerar la elaboración de prácticas individuales y colectivas. En este sentido, “la naturaleza se vuelve un valor de identificación altamente estereotipado y tipificado en el seno de un discurso oficializado y legitimado que, sin embargo, puede ser desestructurado en tanto cualquiera naturaleza resulta legitimada: hay naturaleza destruida que no puede ser asimilable a la naturaleza construida/reconstruida”. ( Lacarrieu: 2002, 187-188). La figura 2 resume algunas ideas que señala Mónica Lacarrieu en torno a la influencia que se genera en los barrios y/ o fraccionamientos cerrados, donde los imaginarios y las relaciones sociales hacen su aparición para entender la inserción en el tejido urbano, del diario vivir lo que los ciudadanos anhelan, o quieren construir conn base en sus propias experiencias de vida en los ámbitos urbanos. Esto se integra en lo que Chevallier y Carballo (2005) llaman el entre sí de los barrios cerrados, es decir, el deseo de poder vivir entre personas de una misma calidad, y la que se manifiesta en sentimientos de pertenencia a un lugar, visiones compartidas de la vida en conjunto, límites claros para una intimidad elegida entre otros hechos que identifican el habitar y su inclusión en el surgimiento de espacios sociales particulares basados en muros, puertas de acceso, guardias de seguridad, entre otros elementos ya citados. 64