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Tres ciudades en el ámbito local del país: México, Toluca, Puebla y Guadalajara, entre las sobresalientes que han cobijado urbanizaciones cerradas. La distribución en sus espacios físicos, ha sido similar a lo que ocurre en las ciudades latinoamericanas. Los patrones periféricos donde se han instalado obedecen a los distintos factores económicos, culturales, demográficos y urbanísticos. Por ejemplo, en el caso de la ciudad de México, las formas de encerramiento adquieren importancia en la medida en que estas se manifiestan como mecanismo de protección ante las constantes oleadas de violencia que se generan al interior de la misma ciudad. A manera de ilustración se expone la delegación de Tlalpan en el Distrito Federal: “existen varias formas de cierre diferentes, entre las cuales se pueden distinguir: cierre con caseta, pluma y vigilante, cierre con caseta, portón y vigilante; cierre con portones de barrotes, a los cuales pueden añadirse jardineras y postes. Desde el punto de vista de la función que cumple el cierre en relación con el control de la vialidad y del tránsito, se pueden distinguir por lo menos cuatro tipos: entrada y salida, sólo salida, sólo entrada, ni entrada ni salida. Este último tipo corresponde a las calles ciegas” (Giglia 2000, 8). A través del ejemplo se puede observar cómo la población de esa delegación mexicana se atreve a formar sus propios círculos de cierre de calles, avenidas y establecer sus propios mecanismos de defensa ante la problemática de la violencia que se vive en esa urbe mexicana, es esta situación en la que se inserta el habitus, las posiciones y decisiones del acto, lo dibujan los mismos vecinos, la necesidad de contar con un espacio que les brinde seguridad ante las constantes olas de vandalismo y delincuencia son atributos que hacen la unificación de ellos como grupo, y por tanto otorguen un valor de propiedad a ese acto. Lo anterior son patrones que se han estudiado anteriormente de algunas ciudades latinoamericanas, pero que en la situación de México adquieren otras connotaciones. El miedo y la seguridad son factores que motivan a los residentes a adoptar algún tipo de encierro, a formar su propia comunidad y crear mecanismos de convivencia y de igual manera como se señala en el párrafo anterior y volviendo a las cuestiones teóricas del habitar, el habitus y el espacio social, se pueden observar las intersecciones existentes en estos actos. Tal y como lo expresan López y Rodríguez (2004ª, 22) “En los dilatados ‘bordes urbanos’ en construcción destaca la multiplicación de estos asentamientos residenciales, que frecuentemente expresan la autoprotección y el control disciplinario de las relaciones sociales”. 68
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