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Por ejemplo, el término vecindarios defensivos, acuñado por Méndez (2006, 20) “son una experiencia amparada en la demanda social de la seguridad justificada mediante un discurso emergente que le atribuye las cualidades de lo apropiado y le inviste de la ventajas de lo prohibido”. Término (vecindarios defensivos) que adoptamos como parte fundamental en la construcción de un habitar determinado por las circunstancias apuntadas por Méndez y las cuales también colaboran en la identificación de acciones individuales y/o colectivas generadas por los residentes de este tipo de asentamientos humanos. Para Jesús Enríquez (2007, 2): “el fraccionamiento cerrado constituye para las clases media y alta un remanso de seguridad y tranquilidad dentro de la precariedad existente en la frontera. A las elites locales les cayó como traje a la medida el concepto de cerrado que hace de la autonomía interior, la comunidad privada y la invisibilidad del otro, los puntales del paraíso y del mantenimiento del estatus social”. Isabel Rodríguez Chumillas (2006, 127) señala: “las forma de construir y habitar, por parte de los grupos de mayor poder adquisitivo han evolucionado desde las soluciones abiertas de conjuntos de vivienda unifamiliar a las afueras de la ciudad, hasta formas cerradas, tanto en accesos como en el mismo hermetismo de la propia opción arquitectónica”. Esos espacios se reducen a franjas pequeñas territoriales, donde la lógica de la diferenciación por medio de los distintos modelos de vivienda hablan de procesos que ocurren hoy en día en las ciudades fronterizas. El mercado y el capital, dirigidos al sector de la vivienda urbana, crean estas islas o células urbanas donde se tejen lazos de privilegios y segregación del resto de los habitantes que no acceden a los fraccionamientos cerrados, y en esta forma se muestra una intersección entre habitar y espacio social, se trata de decir a los posibles compradores tu eres mejor que el otro y así tu te mereces una vivienda de mejor calidad. Tales tipologías de vivienda en Tijuana, las advierte Jesús Mungarro (2005, 79) “Los fraccionamientos cerrados comparten características que los engloban como tales en un tipo urbano. Esto se puede notar debido a los elementos que comparten como son el aislamiento respecto a su entorno en base a la separación por medio de bardas, puertas, cercas, el control del acceso en diferentes niveles y el esquema que proveen legal o no, sobre el uso del territorio que pertenece un grupo de propietarios”. Otro elemento de observación que se realiza en los fraccionamientos cerrados es la tipología de vivienda que se dirige a grupos de población específicos, por ejemplo, en Tijuana, Brisa Carrasco (2005, 76) fundamenta tres tipos: “a) pequeños condominios mono-funcionales, que no incluyen equipamientos o pequeños de uso exclusivo de los vecinos, b) grandes conjuntos habitacionales, con viviendas de interés social y medio en los que se concentran zonas para equipamientos fuera de las privadas residenciales y c) desarrollos habitacionales que en su interior incluyen equipamientos privados de lujo de grandes dimensiones, destinados al ocio, educación y servicios”. 76