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de familia al terminar con la pareja y quedarse solas contribuyen a la generación de pobreza dentro de los hogares. Agrega que es una visión negativa y errónea creer que estas mujeres son las portadoras de la pobreza, pues no se ha podido determinar con certidumbre que los hogares liderados por ellas presenten carencias mayores que los jefaturados por varones, sino que, se han identificado categorías especiales, como los hogares nucleares monoparentales en etapas tempranas del ciclo de desarrollo familiar, que son espacios 9 potenciales en cuanto a situaciones de vulnerabilidad y privación, pues quienes encabezan el hogar no pueden incorporar en el mercado de trabajo a más miembros de la familia y, al mismo tiempo, enfrentan las restricciones que impone el cuidado de los hijos menores (Salles y Tuirán 1999). Volviendo a los estudios de la segunda ola, uno de los principales hallazgos de estas investigaciones muestran que la pobreza de hogar no depende tanto del sexo del jefe, sino que está relacionada con la exclusividad de proveedor económico. Esto quiere decir que cuando la función de proveedor es asignada a un solo integrante de la familia, existen más posibilidades de que la pobreza se presente al interior de los hogares. En este sentido, las investigaciones en México tienden a probar que en los hogares que se combinan los ingresos de hombres y mujeres, los niveles de pobreza son atenuados, independientemente del sexo del jefe (Faijoó 1999). Dichos estudios reconocen también que persisten enormes brechas entre los ingresos de hombres y mujeres, los cuales se pudieran atribuir a varios factores, entre los que destacan el hecho de que las mujeres jefas tengan menores niveles de escolaridad por un lado, y por el otro, que estén inmersas mayormente en el mercado informal de trabajo; 9 En palabras de Salles y Tuirán “la vulnerabilidad se relaciona con la tensión interna y externa y el peligro de volverse más pobre y carente de todo” (1999, 442). 21